La adaptación de una obra clásica es siempre una tarea compleja y desagradecida por parte de alguno de los dos grupos a los que se dirige: el conocedor de la obra original y el que entra en contacto con ella por primera vez a través de la actualización. Si uno se queja de la traición cometida contra el texto del siglo V a.C., otro se siente alejado y desconectado de un relato cuyos matices y belleza se ve incapaz de comprender de forma completa. ¿Debe entonces una adaptación contentar los gustos actuales del público común, que representa a fin de cuentas a la mayoría de los espectadores? ¿Actualizar el mito supone irremediablemente traicionarlo? ¿Es posible dar con una fórmula perfecta que aplaque las críticas de ambos públicos?
Juan Mayorga, Lourdes Ortiz, Llorenç Villalonga, Alberto Conejero… son algunos de los dramaturgos que se han atrevido a servir de puente entre la tradición clásica heredada y el público de los últimos siglos cada vez más desinteresado y desconocedor de ella. La compañía de Las Niñas de Cádiz, con su autora Ana López Segovia a la cabeza, se suma ahora a esta lista de grandes nombres que dan un paso adelante en pos de la conservación de la cultura clásica, asumiendo el rol de transmisoras de la tragedia más reconocida de Eurípides: Las Bacantes.
La versión que la compañía nos ofrece de la inmortal pieza teatral se aleja completamente del tono trágico original, tendiendo más hacia un humor aristofánico, caracterizado por el desenfado, la aischrología y la irreverencia. Y si bien la propia agrupación teatral califica esta actualización del relato de “libérrima”, las conexiones entre esta y su correspondiente griega son trazadas de forma sutil e ingeniosa, evitando que caiga en el olvido el núcleo temático sobre el que se estructura la trama: el enfrentamiento entre lo apolíneo y lo dionisíaco.
¿Debe entonces una adaptación contentar los gustos actuales del público común, que representa a fin de cuentas a la mayoría de los espectadores? ¿Actualizar el mito supone irremediablemente traicionarlo? ¿Es posible dar con una fórmula perfecta que aplaque las críticas de ambos públicos?
El dios del vino y del teatro, ahora representado por una mujer, crea estragos en un pueblo de Cádiz, donde las mujeres se reúnen en un local para jugar al bingo de forma ilegal. El monte Citerón se transforma en un cafetín y el delirio báquico que se apodera de las protagonistas las lleva a dedicarse al juego, a hablar sin tapujos, a bromear y a charlar en la comodidad de un espacio que les permite librarse de las ataduras que le impone la sociedad. En la liberación de la mujer reside el lado dionisíaco, que abandona su consideración negativa de locura o desenfreno para quedarse en lo que siempre ha sido: el ser humano en su esencia, sin convenciones sociales que lo limiten. No es de extrañar, por tanto, que el lado apolíneo se refugie en esta versión en la figura de un guardia civil estricto con aires de actor hollywoodiense apodado El Suasenager y que, al igual que el dirigente Penteo, impone de forma casi tiránica su autoridad entre los ciudadanos.
Pero, más allá de la conexión temática entre el clásico y la versión que nos presenta, la autora se ha cuidado de proteger también la relación materno-filial que en Eurípides supone la mayor fuente de patetismo en la obra, con la decapitación de Penteo a manos de su madre Ágave. Con mucho acierto, la dirección de José Troncoso ha optado por resolver en código humorístico este tipo de situaciones tan truculentas, así como otros tantos momentos fantasiosos y rocambolescos que por unos instantes alejan la historia de su nueva realidad. Una realidad en la que habitan los personajes interpretados por Alejandra López, Teresa Quintero, Rocío Segovia, Fernando Cueto, José Troncoso y Ana López Segovia, que se erigen como maestros de un humor conseguido a través del verso y del arte andaluz.
En la liberación de la mujer reside el lado dionisíaco, que abandona su consideración negativa de locura o desenfreno para quedarse en lo que siempre ha sido: el ser humano en su esencia, sin convenciones sociales que lo limiten.
Este clásico que se desprende de la solemnidad trágica, de los fastuosos vestidos y la escenografía de columnata, cautivó al público alicantino que en ocasiones llegó a interrumpir el devenir de las escenas con sus carcajadas y aplausos, pero también a ese espectador erudito y conocedor de la tradición clásica, que pudo descifrar entre bromas y chascarrillos la herencia del tragediógrafo más revolucionario de Grecia.
Obra: Las bingueras de Eurípides
Autora: Ana López Segovia
Compañía: Las Niñas de Cádiz
Reparto: Alejandra López, Teresa Quintero, Rocío Segovia, Fernando Cueto, José Troncoso y Ana López Segovia
Iluminación: Agustín Maza
Vestuario: Miguel Ángel Millán
Fotografía: Susana Martín e Isa Vicente
Espacio sonoro: Mariano Marín
Dirección: José Troncoso
