Las razones por las que un autor se hace universal y atraviesa (por el momento) dos siglos suelen ser misterioras. Si ofrecemos causas sociológicas, políticas o económicas puede que nos equivoquemos, pero los estudios literarios tampoco cierran seguramente esta ecuación. Pasan los decenios y seguimos acudiendo al teatro, a veces solo por curiosidad, para saber por qué demonios gusta tanto Chéjov. Quizá es solo porque representa un lugar donde sentarnos a pensar en la futilidad de nuestra torpe existencia.
Aquellos que consideren que lo primordial del teatro son los actores están de enhorabuena. “Dame una silla y un actor y no necesito nada más” podría ser la frase con la que cerrar o abrir esta crítica.
En los últimos años, hemos podido asistir a varios Chéjov por distintos directores. En Alicante, recuerdo los de Carles Alfaro (Atchúúus y Oncle Vània), Juan Pastor (Tres hermanas). Vania x Vania (construida para ofrecerse en dos salas Fernando Arrabal de dimensiones diferentes) ofrece una versión tríptico de Tío Vania (1899). Aquellos que consideren que lo primordial del teatro son los actores están de enhorabuena. “Dame una silla y un actor y no necesito nada más” podría ser la frase con la que cerrar o abrir esta crítica, o muchas más.
Javier Cámara (pónganse en pie) es el nodo por el que circula la pequeña historia escrita en el papel por Chéjov, pero también la gran historia que no está escrita en ese mismo folio.
El talento, la inteligencia o el acierto de Pablo Remón (Madrid, 1977), magnífico autor, guionista y director de cine y teatro, es saber que en una obra chejoviana donde se han escogido los momentos de inacción cotidiana para hacer resaltar las emociones de los personajes, sus anhelos, sus traumas, sus decepciones…, todo descansa en los actores, no en la marca de agua del director. Javier Cámara(pónganse en pie) es el nodo por el que circula la pequeña historia escrita en el papel por Chéjov, pero también la gran historia que no está escrita en ese mismo folio. Recuerdo entonces la biografía que la joven Iréne Némirovski escribe admiradamente sobre Chéjov, retratándolo con compasión casi familiar como un Vània a veces, como el médico alcohólico Ástrov otras, como el escritor Aleksandr frustrado el resto. La biografía de Némirovski es la carta de amor artístico de la autora ucraniana a su paisano Chéjov, de Sonia a Vania también.
No se puede dejar de mencionar que la obra desata muchas veces el sentido del humor como quien se desabrocha el botón del pantalón en la sobremesa. Nadie como Javier Cámara para abrir la espita, pero no le va a la zaga un genial Emilio Tomé (Aleksandr), por momentos un golfante valleinclanesco. Creo que a Chéjov, teniendo en cuenta su insistencia para que El jardín de los cerezos fuera considerado una comedia, le habría gustado esta visión de Vània de Pablo Remón. Si no consiguió que Stanislavski (Ástrov en 1900) lo entendiera así, estoy convencido de que nosotros, esos seres humanos por los que Chéjov se hacía su gran pregunta, hemos entendido que el humor no es otra cosa que pura objeción de la realidad. Lo mismo da si se produce ante el crepúsculo rojizo de San Petesburgo, o el de Villanueva de los Infantes, o ante los focos deslumbrantes de un escenario vacío.
Título: Vania x Vania
Lugar: Teatro Principal de Alicante, 3-4 de diciembre de 2024
Producción: Teatro Kamikaze
Intérpretes: Javier Cámara, Emilio Tomé, Israel Elejalde, Laura Galán, Marta Nieto, Manuela Paso,
Versión y dirección: Pablo Remón
