Los tesoros que dan sentido a nuestras vidas

¿Qué enfermedad se apodera de una mente sana y lo impulsa a buscar sin descanso piezas carentes de significado para otros? ¿Debemos definir el coleccionismo como una suerte de locura o como un deseo desmedido por la posesión de las cosas? Probablemente, sea una mezcla de ambas, un deseo o apego irracional, y una necesidad naturalmente humana de posesión. Todos, desde la infancia, coleccionamos. Resulta inevitable no dibujar en el rostro una media sonrisa al recordar los cromos, las chapas o las pegatinas, y el deseo irrefrenable de completar una colección. Los recreos se convertían en salones de subastas donde niños de tierna edad se transformaban en oradores persuasivos y manipuladores, sacando lo mejor y lo peor de uno.

Resulta inevitable no dibujar en el rostro una media sonrisa al recordar los cromos, las chapas o las pegatinas, y el deseo irrefrenable de completar una colección. Los recreos se convertían en salones de subastas donde niños de tierna edad se transformaban en oradores persuasivos y manipuladores, sacando lo mejor y lo peor de uno.


El ya muy reconocido dramaturgo Juan Mayorga nos invita a reflexionar con esta obra sobre una realidad que ha formado parte de todos nosotros, y que es tan connatural al ser humano que el espectador no puede sino sentir empatía por unos personajes tan misteriosos como Héctor y Berna. Dos ancianos coleccionistas que ante la ausencia de hijos o familia cercana, se plantean ahora la decisión de a quién legar la gran colección que han formado juntos durante sus vidas. El apego por sus tesoros se transforma en miedo cuando los achaques de la edad les recuerdan que la eternidad de su colección no se extiende a ellos.

Pero, más allá de tratar el desconocido e interesante entramado de sentimientos, deseos y pasiones que mueve el fenómeno del coleccionismo, se debaten en escena cuestiones tan ambiguas como el valor de las cosas. ¿Qué factores determinan que un libro, una pintura o un objeto es valioso? Las respuestas que dan los personajes son varias. Algo es valioso porque es deseado por muchos, porque apela a lo más hondo de un sujeto en concreto, porque un profesional afirma que lo es… Este libro, esta pintura y este objeto es valioso porque el tiempo pasa por él. Con esta idea culmina la pieza dramática: con el tiempo.

Este no solo otorga valor a los objetos coleccionados sino que aporta sentido, unidad y orden a la colección, en tanto que los tesoros repartidos por una sala se relacionan entre sí gracias al tiempo que se pasea de forma pesada e inexorable entre ellos. Juan Mayorga juega con el espectador negándole en todo momento el conocimiento de estos objetos. Tan solo nos ofrece números, ciudades, fechas y breves anécdotas sobre su descubrimiento, activando entre el público una ansiedad parecida a la del coleccionista desesperado por tener ante sus ojos nuevas maravillas que sumar así a su propia colección mental.

El trabajo interpretativo de José Sacristán, Ana Marzoa, Zaira Montes e Ignacio Jiménez es sencillamente impecable. Sacristán y Marzoa dibujan con la precisión que aporta el talento y la experiencia el retrato de una pareja misteriosa e inaccesible que constituye la pieza más interesante de la colección. Por otro lado, Zaira Montes e Ignacio Jiménez ofrecen con gran frescura unos personajes más accesibles en los que el espectador puede refugiarse y compartir con ellos las ansias de conocer.
La inteligente selección de sonido, música, iluminación y escenografía, hace aún más densa la bruma de misterio que ya aporta la dramaturgia e interpretación, y nos transporta a un lugar indescriptible, lleno de preguntas sin resolver. El escenario se llena de decenas de cajas que suben hasta el techo y se extienden por la superficie de un salón con tres puertas, al modo de un cuento popular.

El trabajo interpretativo de José Sacristán, Ana Marzoa, Zaira Montes e Ignacio Jiménez es sencillamente impecable. Sacristán y Marzoa dibujan con la precisión que aporta el talento y la experiencia el retrato de una pareja misteriosa e inaccesible que constituye la pieza más interesante de la colección.


El misterio que rodea a la colección se desvanece fácilmente cuando Héctor y Berna advierten a sus herederos y al público sobre lo que encontrarán detrás de la puerta que abre paso a la colección. Tal vez sorprenda, o parezca que algunas piezas no tienen sentido o están mal colocadas. En toda ella, sin embargo, se observa la unidad y la armonía que les concede el tiempo. Se trata de un pequeño santuario a la civilización. Fragmentos de la humanidad. Pedazos extraídos con bisturí del manto que teje la historia. Por separado cuentan cada uno su propia historia, a menudo muy distinta del objeto que tienen a cada lado. Juntas, esas piezas conforman el puzzle de la vida.

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